Santo Domingo., Mientras la República Dominicana aún llora la pérdida de más de 230 vidas en el trágico colapso del techo de la discoteca Jet Set, una historia de fe, resistencia y milagro ha tocado los corazones de muchos. En un país golpeado por el dolor, la vida de un joven se aferró a la esperanza y se convirtió en símbolo de fortaleza.
Randy Moquete Lora, un adolescente de apenas 15 años, fue dado por muerto por algunos, pero declarado un verdadero milagro por los médicos. El seis de marzo de 2025, su vida cambió en un instante cuando, mientras jugaba con una “chichigua”, el tradicional cometa dominicano, intentó recuperarla al quedar atrapada entre cables del tendido eléctrico. Al hacer contacto con ellos, una descarga lo arrojó desde un tercer piso al vacío.
Lo llevaron de urgencia a la maternidad San Lorenzo de Los Mina, en Santo Domingo Este, pero debido a las severas quemaduras de segundo y tercer grado que cubrían su cuerpo, fue trasladado a la Unidad de Quemados Pearl F. Ort, ubicada en el Hospital Ney Arias Lora y dirigida por el doctor Eddy Bruno.
Allí permaneció un mes y 20 días de lucha entre la vida y la muerte. De ellos, 18 los pasó en Cuidados Intensivos. Cada minuto fue una batalla silenciosa, cada respiración un pequeño triunfo. Pero Randy no estaba solo. Aferrado a la vida con una valentía inmensa, fue sostenido por la ciencia médica, la fe de su familia y las oraciones de un barrio entero.
Hoy, Randy está de vuelta en su hogar, en el humilde sector de Katanga, en Los Minas. Aunque su cuerpo lleva los rastros de aquella tragedia, con varios injertos de piel y tratamientos pendientes, su espíritu sigue intacto. Sueña con volver a la escuela, reír con sus amigos y correr por las calles donde creció.
Su madre, María Altagracia Pérez, no deja de dar gracias a Dios y a todos los que oraron por la salud de su hijo. “Los médicos del Ney Arias lo llaman el Milagro de Dios”, dice con la voz entrecortada por la emoción.
Y quizás lo es. En medio del dolor que embarga a todo un país, Randy representa una luz, una prueba viviente de que los milagros aún existen. Su historia ha unido a su comunidad en una sola voz de fe.